Un día del mes de marzo de 1967, Máximo Alonso se encontraba arando unas
tierras de su propiedad, en un olivar cercano a Castañar de Ibor, cuando una de
las bestias que tiraba del arado quedó atrapada en un agujero que se abrió bajo
su peso.
Con ayuda de la compañera, y muchos
esfuerzos, el animal salió de su apuro, dejando a la vista un profundo agujero
del que manaba mucho vapor de agua. Aquel pequeño accidente abrió la única
entrada que hasta la fecha da acceso a la cueva de Castañar.
Cuándo los primeros espeleólogos se adentraron en su
interior, el hallazgo se hizo público.
En 1997, treinta años después de su descubrimiento,
el indudable valor del patrimonio geológico que alberga la Cueva de Castañar motivó su
declaración como ESPACIO NATURAL PROTEGIDO con categoría de MONUMENTO
NATURAL.
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